Este
artículo, aclaro, no es una crítica orientada a la obra borgeana que siempre me
ha parecido monstruosa por su mágica variedad. Tampoco va dirigido contra algún
grupete de derecha que aún levanta la
obra de Borges como pabellón poético. ¡No! La gracia de esta lecturilla,
queridísimos botelleros, amadísimos cuchilleros, amabilísimos delincuentes,
porque es a ustedes a quienes consagro los frutos finales de esta cosecha1,
no es otra que la de desmenuzar Los
falsificadores de Borges de Jaime
Correas, conocido paladín del periodismo local crudo y aburrido...
La
gracia de esta lecturilla, decía, mis excelcísimos borrachines, etc., es ¡la
desnudez! ¡Sí!... La limpia, clara y desagradable desnudez... Desnudez que en
el caso de un ser humano está compuesta por pelos, grasitud, piel, pellejos,
granos, impurezas y demás imperfecciones que hacen a toda desnudez humana… Los
proyectos y las obras del ser humano muestran, al desnudarlos, también las mismas
imperfecciones… Pueden llegar a ser tan feas como el peor de los cuerpos
palpitantes… En las obras literarias de las desamparadas criaturas no habrá
pelos, pero sí palabras superfluas, altisonantes, solemnes y ridículas… Vamos a
desnudar esta novelilla que, en su intento de legitimizarse como una parte del
tejido ficcional del genial Georgy, acaba por puerilizarlo.2
Esta
novelita se conecta con Las traiciones de
la memoria de Héctor Abad Faciolince, donde un muchachote colombiano trata
de determinar la autenticidad de unos sonetos inéditos de Borges hallados en el
bolsillo del cadáver paterno… Héctor Abad padre era un médico de la ONU,
próspero y bien alimentado, enemigo declarado del desorden político y la
guerrilla… ¡Y hay que ver cómo los paramilitares colombianos a tiros de pistola
tiñen de sangre la impecable y blanca camisuli del bueno del doctor!...
Finalmente, el hijo escribe un
libro afirmando la autenticidad de dichos sonetos. Tal afirmación lo hace
entrar en controversia con un gordo y lujurioso escritor llamado Harold
Alvarado Tenorio. Luego, Abad Faciolince se comunica con Correas vía teléfono…
Así entra en escena nuestro paladín quien, por cierto, hace de ilota del primer amador de Borges (el
ya aludido Abad Faciolince).
Desde ese momento, los sonetos
borgeanos se enturbian perdiéndose en un ir y venir exasperante.3
Todo esto intercalado con una hermosa exhibición varonil de anécdotas igualmente
varoniles y poéticas… Como aquella que narra las andanzas de unos muchachotes
mendocinos en un Congreso de Literatura en San Juan… donde logran escandalizar
a los académicos que, a su vez, tenían que honrar con otro doctorado al
fallecido en Ginebra… Esos letrados por la universidad local… esos poetas
universitarios viajando frenéticos a San Juan... ¡poetizando en el medio del
camino dentro de una destartalada camioneta que, obviamente, conducía
Correas!...
El
argumento de la novela se agota en un adormecedor viaje través de Internet...
Surgen una serie de personajes anónimos de las entrañas de Mendoza: un librero
gordo, evanescente y judío, don Coco con sus verduleros “amistosos” instalados
en la entrada de su casa, familias ricas y oli(garcas) de la más alta alcurnia
mendocina… Personajes compuestos con los colores más burdos que podrían
imaginarse… Además de lugares como un laberinto construido en San Rafael y en
donde presumiblemente se encuentra la verdad oculta de los sonetos del autor de
El aleph… Y ciudades de nombres
célebres y rimbombantes como París, Bogotá, Buenos Aires, Medellín… ¡Sin
olvidarse de la omnipresente New York!
La
novela de Jaime Correas es una perezosa carrera narrativa que nada tiene que
ver con la carrera de Aquiles y la tortuga… ¿Hay espacio, se preguntará el lector
de este artículo, para la introspección filosófica planteada por aquel
discípulo de Schopenhauer en esa prosa derechista tan mal disimulada?...
¡¡No!!...
He
tratado de pintar con alegres y beatíficos colores aunque con torpe pincel, para
regocijo de ustedes mis amadísimos botelleros, mis queridísimos cuchilleros,
mis graciosísimos borrachines… Arrojo el guante de seda contra todos los
cachetes literarios… ¿Quién lo recogerá?...
1 borgeana
2
Esta
trama escrita de forma impecable (?) suena más a jugarreta editorial destinada
a elevar ventas o promocionar no se sabe bien qué.
3 Por
ejemplo, en la primera parte los alegres jovenzuelos llegan bajo el ala de
Juarroz al encuentro académico sanjuanino. Correas propone a sus condiscípulos
publicar poemas anónimos: “fue entonces antes de volver de las agitadas
sesiones del encuentro académico cuando les propuse a los demás, lo recuerdo
con precisión aunque otros detalles se han borrado, publicar nuestros poemas
sin firma, en forma anónima. Nosotros mismos pugnábamos un interés puro por la
poesía […]. Sentíamos desazón al comprobar el peso asfixiante de la crítica
literaria en la universidad sobre la propia creación literaria. Esa primera
chispa encendió el fuego de la polémica y Juarroz contó en la principal mesa
redonda del congreso su experiencia con un grupo de alumnos atribulados por sus
cuitas estudiantiles. Ésos éramos nosotros, que revolvíamos orgullosos en
nuestras butacas del teatro Sarmiento escuchándolo. Relató nuestro malestar […] Hubo tumultos, gritos y
hasta acusaciones radiales de que un grupo izquierdista había intentado copar
el congreso, en una insólita cadena de disparates mediáticos.”
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