Acerca de una experiencia crítica llamada La Leónidas (Manifiesto) * (Pablo Grasso)


  La Leónidas nació como un síntoma cultural de una época oscura. Hay que buscar en su génesis la actitud desesperada del que, creyendo poder fructificar en medio del desierto más inhóspito, afila sus garras esperando el momento propicio de actuar. Voluntad de manifestarse + necesidad de supervivencia + lectura política de la literatura han sido los pilares sobre los cuales se ha apoyado, con altas y bajas y resultados ciertamente dispares, la dinámica fundamental de la revista.

La Leónidas planteó una suerte de oferta contracultural en un momento en donde la crítica literaria local brillaba por su ausencia o lo que es peor y salvando algunas honrosas excepciones, era ejercida de forma venal, cobarde e ignorante por el mandarinato servil de siempre. Ni académica ni enquistada en los medios de comunicación y a contrapelo de la comodidad intelectual, la revista asumió el riesgo de leer (y leerse) desde una periferia real, concreta y fechada. De alguna manera, La Leónidas demostró que se puede ser un eficaz lector de provincia –esto es: un cuerpo que lee desde el Interior- sin la necesidad de tener que quedar obnubilado por los oropeles fetichizados del puerto.

La Leónidas muchas veces equivocó el rumbo derivando sus esfuerzos críticos en prácticas lúmpenes que, más allá de inscribirse en cierto registro poético/existencial de fácil identificación, echaron por la borda el objetivo primero de polemizar con los modos de lectura de su época. Y si lo hizo, la pátina de hipocresía con la que la cultura oficial suele envolver a aquello que la interpela (¿qué, cómo y cuánto se edita en Mendoza?, ¿cómo funciona la lógica de premiación vendimial?, ¿por qué razón ciertas estéticas aparecen como sellos de agua y otras están condenadas al olvido?, ¿cuál es, en definitiva, la función de la literatura en nuestra sociedad?), se encargó de que la revista pasara desapercibida para la generalidad de las buenas conciencias.

La Leónidas fue vista como una revista en torno a la cual orbitaba un grupo de borrachines y drogadictos, de egocéntricos discutidores con las taras –dicen- propias del patriarcado que, con una prepotencia inaudita para el medio, pretendió leer críticamente, con aciertos y desaciertos, con benevolencia y arbitrariedad, las obras de ciertas vacas sagradas de la literatura local. Y a veces lo logró.

 

* Texto repartido en la Feria del libro de Mendoza 2015.

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